sábado, 20 de diciembre de 2008

La Manzana

Es el restaurante del Museo Botero (Calle 11 No. 4-41, Bogotá). Ubicado en plena zona de la Candelaria. Es un restaurante con un diseño moderno y sencillo, pero es tan sencillo que no tiene personalidad. Considero que podría aprovechar mejor su pertenencia al Museo, en términos de decoración y de creación de un ambiente más propio de un restaurante. La Manzana tiene unas 8 o 9 mesas adentro y cuatro mesas afuera, que cuando hace sol, es un buen plan. La carta de los platos es relativamente amplia. Tiene arroces, carnes, pescados, sanduches y ensaladas. El precio promedio del plato es $13.000 - $18.000 pesos M/Cte., lo cual me parece un poco excesivo.

Al quedar cerca a mi oficina, he ido varias veces a almorzar. Casi siempre pido el arroz thai o el arroz oriental. La última vez, fui con Ca-Ca y otras dos compañeras de oficina, quienes me pidieron que les sugiriera qué ordenar. Sugerí el arroz thai. Es un plato de buen tamaño y tiene una respetable cantidad de camarones. Además está bien sazonado y con varios trozos de pimentones, de los cuales soy un gran fan. Una ventaja es que es posible ordenar medios platos, lo que es perfecto para quienes no comen tanto, pero esta ventaja no se ve reflejada en el precio, pues el precio de medio plato de arroz thai cuesta $11.000 pesos M/Cte.

No estoy emocionado con el sitio, motivo por el cual no le dedico más líneas. No tiene nada extraordinario. Carece de un valor agragado que me permita decir qué buen restaurante! Los platos son buenos y ya. No obstante, el restaurante no tiene nada especial, nada que no se pueda encontrar en otro sitio, salvo por la torta de chocolate. Es obligatorio pedirla.

En conclusión a La Manzana le doy dos estrellas y media, de cinco posibles, puesto que algunos platos tienen un precio excesivo que no encuentro justificado. En la zona hay otros restaurantes, que por precios similares ofrecen algo parecido, en un ambiente más agradable y más calido para los clientes.

Saludos.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Anderson's

Es un restaurante ubicado en el centro de Bogotá (Kra 6 N° 10 – 19). Mi oficina está a una cuadra del sitio, pero nunca me había animado a entrar porque me habían dicho que era un poco costoso, y con una carta reducida. Hace poco entré por accidente a este restaurante llamado Anderson’s. Estaba con una compañera de oficina que vamos a llamar Ca-Ca, buscando un sitio para comer algo durante nuestra hora de almuerzo.

Era viernes, tipo 12:30 de la tarde y cuando íbamos a medio camino, empezó a llover de improviso. Más tarde ese día me enteré de las terribles inundaciones que se habían producido en Bogotá. Muy caballerosamente saqué una sombrilla gigante, tamaño familiar, que había comprado por $20.000 pesos el día anterior, y bromeaba diciendo que esperaba que me durara al menos un año. Dicho y hecho. Ese día, en nuestro camino hacia la búsqueda de un restaurante para almorzar se me dañó la sombrilla. Espectacular!

No sé bien qué fue lo que pasó, simplemente se quedó atascada; no cerraba pero tampoco terminaba de abrir. Estaba con Ca-Ca, bajo la lluvia y decidimos entrar al primer restaurante que encontráramos en el camino. Teníamos tres opciones: Patagonia, Anderson’s y El Olivar. Nos decidimos por el segundo.

A la entrada nos recibió quien asumo es el dueño del sitio, probablemente el mismo señor Anderson, quien no puede ocultar su pinta de extranjero. Además su acento lo delata. Cuando llegamos a la puerta del restaurante, estaba yo bajo la lluvia tratando de cerrar la sombrilla para poder entrar al establecimiento, pero no cerraba. El dueño del restaurante en forma muy cordial se ofreció a ayudarme. Después de muchas maniobras y de mucho esfuerzo logró cerrar la sombrilla. Incluso no me extrañaría se haya magullado algún dedo.

Una vez en el sitio, que tiene una sobria decoración, nos ofrecieron la carta y efectivamente es muy corta. Tiene cinco ensaladas y cinco platos fuertes. Las ensaladas costaban en promedio $15.000 pesos y los platos fuertes costaban entre $23.000 y $25.000 pesos. Se nos salía un poco de nuestro presupuesto de asalariados, pero ya estábamos sentados y nos dio pena salirnos, y más aún después que el “señor Anderson” amablemente nos arregló la sombrilla.

Siempre que pasaba por la fachada del restaurante, me lo imaginaba más amplio. Tiene como máximo 8 mesas y la cocina está ahí nomás. Tiene un mural que representa una escena al interior de un bar, con el aire y el color de una ciudad que me imagino debe ser Nueva Orléans, o algo parecido en los Estados Unidos, lo cual le da una calidez al sitio, que no me esperaba. El "señor Anderson" y una joven señora, que asumo era su socia, esposa o novia, están pendientes de cualquier gesto para atender, siempre con una sonrisa por delante, las necesidades del cliente. (No lo hacen de una forma molesta como en otros sitios)

Al comienzo cuando Ca-Ca y yo llegamos, el sitio estaba vacío, pero a medida que amainaba la lluvia entraba más gente, la mayoría de la cual era extranjera. El “señor Anderson” los recibía a todos como si fueran amigos de vieja data. Dejando volar la imaginación, siento que Anderson’s es como si fuera un restaurante “de culto” para algunos extranjeros y más si son de USA. Es como si fuera su sitio de encuentro.

Luego de observar la carta y meditar sobre mi plato, me decidí por un salmón ahumado. Qué buen salmón. A mí me encanta la comida de mar, y aunque no es el mejor salmón que he probado, claramente está entre los mejores. El salmón venía sobre una cama de papa y acompañado de una ensalada dulce, que le da un toque interesante. Muy buen plato.

Ca-Ca pidió un filet mignon. Venía acompañado por una porción de “hash brown potatoes” y ensalada dulce. Qué buen plato!. Estaba mejor que mi salmón. Ambas porciones eran de buen tamaño. No son tan pequeñas como para tener que salir a buscar unas papas de paquete y complementar el almuerzo, pero tampoco son tan grandes como para perder el resto de la tarde en medio del letargo que suele acompañarme luego de un almuerzo generoso.

Al finalizar, Ca-Ca y yo estábamos antojados de postre. Solamente tenían una opción disponible: bananos fritos con salsa de caramelo, un plato que según el mesero proviene del sur de los Estados Unidos. Es una sensación extraña, comer bananos calientes dulces. Debo anotar que venían acompañados de una bola de helado de vainilla, que cortaba muy bien el acaramelado postre. Aclaro que extraño no significa feo… es simplemente extraño, poco común. No es mi primera opción para un postre, pero si me lo ofrecen me lo como con gusto.

En conclusión, vale decir Eureka!!. Este sitio fue un buen descubrimiento. Es un sitio como para alguna celebración, un cumpleaños, una despedida o un reencuentro con alguien especial.

Quedé con ganas de volver a Anderson’s. Pagué gustosamente los treinta y pico mil de pesos en que salió mi cuenta. Puedo decir que lo recomiendo con los ojos cerrados, y lo tendré en cuenta para alguna ocasión significativa. Eso sí, no abre de noche. Lástima porque está ubicado en una zona muy bohemia y propicia para tal fin.Es un sitio para almorzar muy rico.

Evaluar un sitio por números me parece complicado, puesto que en medio de mi ignorancia sobre el tema de la crítica gastronómica, supongo que hay factores que no se pueden medir ni calificar en forma objetiva. No obstante, animándome a hacer una valoración integral del sitio, estimo que tiene tres estrellas y media, de cinco posibles.

Saludos.

La Inauguración

Este espacio es el experimento de un joven colombiano que vive en la ciudad de Bogotá, treintañero, educado, de familia "acomodada", o mejor de familia clase "media-alta". Esto implica que ha disfrutado de ciertas comodidades como estudiar en un buen colegio, asistir a una buena universidad, aprender dos idiomas, viajar, etc.

Adicionalmente, y ahora me voy a permitir hablar en primera persona, tengo un trabajo relativamente bien remunerado, y en este sentido trato de ahorrar lo que más puedo en estos tiempos de zozobra financiera, sin que ello signifique que, como cualquier joven promedio en el mundo, no salga a divertirse de vez en cuando. Claramente, como cualquier joven promedio en el mundo, tengo mis problemas, una timidez casi legendaria que he ido superando y otras cuestiones internas que no vienen al caso… es mejor no abrir esa puerta.

Debido a lo anterior, este blog es un simple experimento para dar a conocer mis opiniones sobre uno de los planes que más disfruto: ir a comer!!!. Más allá de una necesidad fisiológica, la comida es una forma de llenar el alma, de conocer culturas, es un ritual que sin saber por qué, se me hace necesario. Tardé un poco en tomar la decisión de iniciar este blog por varias razones: la primera porque no estoy acostumbrado a dar a conocer mis opiniones y someterlas al "escrutinio" público. La segunda, porque el trabajo me consume mucho tiempo, y escribir un blog requiere un esfuerzo mental adicional a mis actividades diarias. La tercera, porque el plan de ir a restaurantes implica un gasto monetario que no puedo asumir tan seguido como quisiera. La cuarta, porque aún no sé cómo voy a estructurar este espacio. Creo que, como casi todo en la vida, lo iré definiendo sobre la marcha.

En mi parecer, no hace falta mucho para probar una buena comida. No se requiere estar en el sitio más exclusivo, ni los platos con los nombres más rebuscados. Es más, ni siquiera se necesita estar en un "restaurante" como tal, puede ser un lugar de comidas rápidas, una cafetería, o cualquier otro lugar donde sirvan comida. Para efectos de este blog, digamos que "restaurante" es cualquier sitio público donde me alimenten el cuerpo y el alma. Eso sí, debe tener un requisito básico y fundamental: el "restaurante" debe ser al menos decente: limpio y que me genere confianza de que no me voy a intoxicar o algo peor.

Además de lo anterior, es evidente que tener una buena compañía mejora la experiencia de comer el plato más fino, elegante y distinguido, y hasta puede potencializar las calidades de los alimentos (claramente esto último puede ser un mal chiste) En todo caso, si la comida y/o el sitio no cumplen las expectativas, lo mejor es compartir las penas con los comensales, encontrándole el chiste a todo -como buenos colombianos-, y si alguien tiene las fuerzas, hacer caer en cuenta de sus errores a los administradores del sitio.

Finalmente, es pertinente mencionar que de un tiempo para acá, la ciudad de Bogotá ofrece a sus ciudadanos y a los turistas, múltiples opciones gastronómicas...hay una buena variedad de sitios, platos, precios y ambientes que pueden satisfacer los paladares de los que disfrutan desde los placeres más simples de la vida, hasta los que se conforman sólo con lo mejor. En fin, Bogotá otorga a los amantes de los restaurantes un menú para cerrar los ojos y disfrutar (o criticar según la ocasión).

En la medida que el dinero, el tiempo y el ánimo me lo permitan, estaré presente en este blog, pues es tal vez, una forma de exorcizar mis demonios internos.

Saludos.